28 octubre, 2009

Redención

¡Hola!

Bienvenidos a Redención, el nuevo relato que estoy escribiendo, y del que aún no tengo la más minima idea de como va a terminar. Si me seguís vais a poder experimentar como creo este Frankenstein poco a poco y como varían sus partes dependiendo de como me vaya el día. En principio tengo pensado dividirlo en unas diez partes. Aquí va el primero a modo de presentación. Espero que os guste :)

Sergio RV

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I. PRELUDIUM

Luces estivales que se apagan. El sol se diluye en el horizonte oceánico en un macabro guiño que me recuerda que estoy allí para acabar con todo. Recuerdos se agolpan en mi mente sin control, tras treinta y cinco años de fracaso tras fracaso he acabado con lo que más quería en el mundo. Mi amor de adolescencia y once años de matrimonio han volado de un plumazo cruel y sombrío.

¿Cuánto ha durado todo? ¿Horas? ¿Minutos? …

¿Qué se yo? Todo aquello fue el despertar de una pesadilla, un macabro juego del destino impreso en mi mente que no acabo de comprender. Sin embargo, un pequeño resquicio de –“¿recuerdo?” – aún permanecía impregnado a mi piel, como restos de colonia barata tras una noche de alcohol, drogas y desenfreno. No sé qué sucedió, lo juro, pero… está todo tan claro… todas las pruebas permanecen en pie como peones de ajedrez frente a mí. Irrefutables, indelebles.

Los cangrejos me miran con curiosidad. A veces creo que las criaturas más afortunadas sobre la faz de la tierra son aquellos animales que no alcanzan a sentir lo que pasa a su alrededor como lo hacemos nosotros. Ellos no se tienen que preocupar de destino, trabajo, amigos, familia y demás. Viven para comer, comen para vivir, interaccionan en colonias en las que la mayor de sus preocupaciones son los apareamientos, poco más… Sin embargo, el ser humano está sumido en un continuo stress cuyos tentáculos te rodean poco a poco. Si por casualidad esos tentáculos te llegan a rodear la cabeza… se acabó el juego, amigo.

Sucede que la vida me viene grande, la providencia me ha regalado miles de momentos de alegría que mandé a la mierda sin ni siquiera saber por qué hace una semana. He sido yo, ha sido por mi culpa, no tengo perdón…

Vuelvo a mirar el horizonte, el horizonte me devuelve la mirada y entonces se que ya ha llegado mi momento. Miro abajo, algo más de 300 metros me separan de la eternidad. Con un poco de suerte mi cuerpo quedará a merced de las olas y de la fauna marina. Qué ironía… voy a servir de almuerzo al mismo cangrejito que hace un momento pasaba por mi lado con prisa. Qué me importa ya...

Salto.

La ley de los cielos se cumple: “Polvo eres, en polvo te convertirás”…